Crónica: Vanessa Robles
Fotos: Juan Carlos Gómez
Cuando dije que quería conocer a Kevin Johansen se rieron de mí. Hay que decir que lo dije como una groupie adolescente —y hace tiempo que pasé por esa edad— y lo dije ante un grupo de argentinos, lo que sea que eso signifique. Como en las telenovelas mexicanas, el amor por el cantante creció en silencio y sólo volvió a ser público hasta el domingo 30 de octubre cuando el cantautor gringo-argentino visitó Guadalajara por primera vez.
Antes de la tocada me había ocurrido lo que le pasa a los alcohólicos anónimos. Poco a poco supe que no estaba sola en mi amor fanático. Es más: estaba muy acompañada. Hace unas semanas, un acupunturista ya entrado en los cincuenta me confesó que también es groupie de Johansen y, mientras me clavaba unas agujas en la espalda, me quemó el disco más reciente Vivo en Buenos Aires (Sony Music, 2010), todo por el mismo precio.
Eso significa que el domingo 30 de octubre, en el Teatro Estudio Cavaret, debí compartir a Kevin y a su grupo The Nada con varios cientos de personas y, por primera vez, entendí el sentido de las burlas argentinas de años antes: el cantante no para los ortodoxos de los géneros musicales.
La música de Johansen se parece a todo, pues incluye la cumbia, el blues, las notas folclóricas de Sudamérica, el pop y el rock. Es música “degenerada”, como la llama él, para los gustos eclécticos. Esa diversidad se replicó también en los asistentes al concierto en Guadalajara: había muchachos de 16 años, algunos veinteañeros, abundantes treintones, decenas de cuarentones y uno que otro de 50.
Ante todos, que en bola calentaron en Teatro Estudio, un Kevin sudoroso, rubio, vestido con una playera negra que dejaba ver en el brazo izquierdo el tatuaje de una pipa que no es una pipa, como la Magrite, y rodeado por seis músicos, hizo sonar guitarras, bajos, charangos, percusiones y flautas transversales como si los sonidos salieran de una grabación de estudio.
Fue una tocada demagógica, advirtió Johansen desde el comienzo; dos días antes, la selección de México había vencido a Argentina durante el partido de los XVI Panamericanos.
Si bien Kevin Johansen no llenó a reventar el Teatro Estudio Cavaret, también es cierto que casi cada una de las personas que acudió a verlo se conocía de pe a pa las canciones de sus discos The Nada (Los Años Luz, 2000), Sur o no sur (Los Años Luz, 2002), City Zen (Los Años Luz / Sony BMG, 2005) Logo (Sony BMG, 2007) Oops!, junto a Liniers (libro, Ediciones de la Flor, 2008) y Vivo en Buenos Aires (Sony Music, 2010).
Así, entre cerveza y cerveza y durante dos horas, se movieron las caderas con las cumbias “En mi cabeza” y “La cumbiera intelectual” y la “La falla de San Andrés”; se cantó “El círculo”; abrazados como griegos los asistentes bailaron “El incomprendido”; hicieron play back con el “Hindue blues”, con letra en inglés; se curaron de amores ardidos con “Desde que te perdí”; hicieron crítica social con “McGuevara’s o CheDonald’s”; se identificaron en un país de emigrantes con “Sur o no sur” y regresaron al grupo al escenario para que cantara “Guacamole”.
“Ya me habían dicho que son querendones”, agradeció Kevin Johansen en un momento que pareció que el gol del triunfo quedó en el olvido.
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Edgar Ramírez
Bonita crónica, gran concierto! “Yo no sé por qué me pasa lo que me pasa, quizá sea la vejez”